Por eso una Iglesia sin laicos responsables de su compromiso bautismal no puede cumplir la misión encomendada por su fundador (Papa Francisco)

El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. (San Pablo VI)

LAICOS DE LA IGLESIA PARA EL MUNDO

 

Por eso una Iglesia sin laicos responsables de su compromiso bautismal no puede cumplir la misión encomendada por su fundador. Es decir, yo, tú, cada uno de los bautizados, estamos llamados a ser misioneros, a transmitir con nuestra palabra y nuestra vida que Dios nos ama y nos ha salvado.

Su misión está en comprometerse en el mundo y desde el mundo, no es su tarea fundamental el desarrollo de la institución eclesial sino desplegar todas sus capacidades en la cultura, la ciencia, las artes, la economía, la política, los medios de comunicación, el trabajo, la familia, los hijos (Papa Francisco)

 

 

El Vaticano II rescata el sentido primero de la palabra laico, que es laikós ,es decir, aquel (aquella) que pertenece al Pueblo de Dios.
"Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde." (Lumen Gentium, 31a).

Anunciar a Jesucristo es una exigencia ineludible de todo cristiano: «El verdadero apóstol busca ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra: a los no creyentes para llevarlos a la fe; a los fieles, para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa: Porque la caridad de Cristo nos urge (2 Co 5,14), y en el corazón de todos deben resonar las palabras del Apóstol: Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, pues es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara! ¡Ay de mí si no evangelizara!» (Conc. Vaticano II, Apostolicam actuositatem, n. 6).

 

San Pablo VI sintetizó magistralmente lo esencial del apostolado seglar al decir de los laicos que:

Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial — ésa es la función específica de los Pastores—, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. Cuantos más seglares haya impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristianas, tantas veces oculta y asfixiada, tanto más estas realidades —sin perder o sacrificar nada de su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendente frecuentemente desconocida— estarán al servicio de la edificación del reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús. (Evangelii nuntiandi, 70).

En el contexto de las perturbadoras transformaciones que hoy se dan en el mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos han de comprometerse, en primera fila, a resolver los gravísimos problemas de La creciente desocupación, a pelear por la más tempestiva superación de numerosas injusticias provenientes de deformadas organizaciones del trabajo, a convertir el lugar de trabajo en una comunidad de personas respetadas en su subjetividad y en su derecho a la participación, a desarrollar nuevas formas de solidaridad entre quienes participan en el trabajo común, a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial y a revisar los sistemas de comercio, de financiación y de intercambios tecnológicos.

Con ese fin, los fieles laicos han de cumplir su trabajo con competencia profesional, con honestidad humana, con espíritu cristiano, como camino de la propia santificación (Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens, 24-27)